domingo, 20 de diciembre de 2009

John Perry - Procrastinación Estructurada


Les traduzco un artículo de un importante filósofo de Stanford, que además de estudiar temas de lógica y lenguaje, fuera de la academia se ha dedicado a reflexionar acerca de su condición de procrastinador. Tardé meses en hacer esta traducción, que me tomó como una hora de tiempo efectivo. Por alguna razón no me sorprende.

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He estado tratando de escribir este ensayo por meses. ¿Por qué lo hago finalmente? ¿Porque por fin pude encontrar tiempo libre? No. Tengo ensayos que calificar, órdenes de libros de texto que llenar, una propuesta para arbitrar en el Fondo Nacional de Ciencias, tesis que leer. Estoy trabajando en este ensayo como un modo de no hacer todas estas cosas. Eso es la esencia de lo que llamo procrastinación estructurada, una estrategia magnífica que descubrí y que convierte a los procrastinadores en seres humanos efectivos, respetados y admirados por todas las cosas que pueden hacer con el buen uso que le dan al tiempo.
Todos los procrastinadores postergan las cosas que tienen que hacer. La procrastinación estructurada es el arte de hacer que este mal hábito trabaje para uno. La idea principal es que procrastinar no significa estar inactivo. Los procrastinadores rara vez hacen absolutamente nada, hacen cosas marginalmente útiles, como arreglar el jardín o sacarle punta a los lápices o hacer un diagrama de cómo reorganizarán sus archivos cuando llegue el momento en que lo hagan. ¿Por qué el procrastinador hace estas cosas? Porque son un modo de no hacer algo más importante. Si todo lo que le quedara por hacer al procrastinador fuera sacarle punta a los lápices, ninguna fuerza en el mundo lo motivaría a hacerlo. Sin embargo el procrastinador puede ser motivado a levar a cabo tareas difíciles siempre y cuando sea un medio de no hacer algo aún más importante.

La procrastinación estructurada implica aplicar la estructura de las tareas que uno tiene que hacer de un modo que explote este hecho. La lista de tareas que uno tiene en mente será ordenada por importancia. Las tareas que parezcan más urgentes y más importantes están hasta arriba. Pero siempre debe haber tareas que vale la pena hacer que están abajo en la lista. Con este tipo de estructura de tareas, el procrastinador se convierte en un ciudadano útil. Sin duda, incluso el procrastinador puede adquirir incluso la reputación de hacer muchas cosas.

La situación más perfecta de procrastinación estructurada que he tenido es cuando mi esposa y yo servíamos de residentes asociados en la casa Soto, en los dormitorios de Stanford. En las tardes, cuando me enfrentaba a los ensayos por calificar, las clases por preparar, trabajo de comité por hacer, dejaba nuestra cabaña junto al dormitorio y me iba al área común a jugar ping-pong con los residentes, o a platicar con ellos en las habitaciones o simplemente a sentarme ahí a leer el periódico. Gané una reputación de ser un magnífico residente, y uno de los pocos profesores que pasaba tiempo con los alumnos de licenciatura y llegaba a conocerlos. Qué gran embuste, pasar el rato jugando ping-pong para evitar hacer cosas más importantes, y ganarme una reputación de Mr. Chips.

Los procrastinadores usualmente siguen el camino exactamente opuesto. Intentan minimizar sus compromisos, asumiendo que si tienen pocas cosas que hacer, dejarán de procrastinar y harán los pendientes. Pero esto es contrario a la naturaleza básica del procrastinador y destruye su fuente más importante de motivación. Las pocas tareas en que queden en su lista serán las únicas y como modo de evitarlas sólo queda no hacer nada. Este es un modo de convertirse en un saco de papas, no en un ser humano eficiente.


Al llegar a este punto pueden cuestionarse, "¿qué tan importantes deben ser las tareas hasta arriba de la lista, las que uno nunca hace?". Admito que hay un problema potencial aquí.


El truco consiste en escoger el tipo correcto de proyectos para el tope de la lista. Lo idea es que tengan dos características. La primera, que parezcan tener fechas límite claras (pero no es así). Lo segundo, que parezcan ser terriblemente importantes (pero no lo son). Afortunadamente, estas tareas abundan en la vida. En las universidades, la mayoría de las tareas son de esta categoría, y estoy seguro que sucede algo similar con todas las instituciones grandes. Un buen ejemplo es la tarea hasta arriba de mi lista en este momento. Se trata de terminar un ensayo para un volumn sobre filosofía del lenguaje. Tenía que haberlo terminado hace once meses. He hecho una cantidad importante de cosas para evitar trabajar en elllo. Hace un par de meses, perturbado por la culpa, escribí una carta al editor diciéndole lo mal que me sentía por el retraso, y expresándole mis intenciones de empezar a trabajar. Escribir la carta era, por supuesto, un modo de no trabajar en el artículo. Resultó finalmente que yo no estaba más atrasado en tiempos que los demás. ¿Y qué tan importante era este artículo de cualquier manera? No tan importante que en algún momento algo que parezca más importante venga. Así, cuando esto suceda podré trabajar en él.

Otro ejemplo son las formas para comprar libros. Escribo esto en junio. En octubre daré un curso de epistemologia. Las formas para pedir libros ya están fuera de tiempo con la librería. Es muy fácil utilizar esta tarea como importante, con el tiempo límite presionando (para ustedes los no-procrastinadores, señalaré que los tiempos límite realmente empiezan a presionar una o dos semanas después de que pasan). Me llegan recordatorios casi diario de la scretaria del departamento, los estudiantes me preguntan qué leerán, y las órdenes de libros sin llenar permanecen incolúmnes a mitad de mi escritorio, abajo de la envoltura del emparedado que comí el miércoles pasado. Esta tarea está casi hasta arriba de mi lista; me molesta, y me motiva a hacer otras cosas útiles pero superficialmente menos importantes. Pero de hecho, la librería está llena con las formas que llenaron todos los no-procrastinadores. Puedo llegar con la mía a mitad del verano y no sucederá nada. Sólo necesito ordenar libros conocidos y populares de editoriales eficientes. Seguramente aeptaré realizar una tarea aparentemente más importante, entre ahora y los primeros días de agosto. Entonces mi psíquis se sentirá cómoda llenando las formas de los libros como modo de evitar hacer esa nueva tarea.

El lector observador puede sentir en este punto que la procrastinación estructurada requiere una cierta cantidad de auto-engaño, ya que en efecto un constantemente impone el esquema piramidal a sí mismo. Exacto. Uno necesita poder reconocer y comprometerse con tareas de importancia inflada y límites de tiempo poco realistas, mientras uno tiene que sentir que son importantes y urgentes. Esto no es un problema, porque virtualmente todos los procrastinadores tienen excelentes habilidades de autoengaño también. ¿Y qué podría ser más noble que usar un defecto de carácter para combatir las malas consecuencias de otro?

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Próximos planes para este blog y otras cosas

Tengo planeado traducir aquí un artículo llamado "Structured procrastination." Y también quedé con el Cazador de Tatuajes de escribir un post sobre un plagio del que he sido víctima recientemente. Y fuera de este blog, en la desértica realidad, hay muchísimas cosas que ya tendría que haber hecho.
También espero pronto exponer una teoría sobre la procrastinación que desarrollé hace unos meses con Cavallazzi, llamada "Cochinito y Berserk." La teoría es tan sugerente como el título. Por último, cuando termine con este blog efímero tengo la idea de regresar a escribir mi blog anterior, El País de Octubre.

martes, 17 de noviembre de 2009

No lloren por mí, yo ya tendría que estar muerto hace dos semanas.

Esta entrada la estoy escribiendo para procrastinar. Debería estar leyendo un texto sobre un computólogo acerca del razonamiento autoepistémico. Son las 3:49 AM, después de eso tengo que leer otros dos textos, y tengo que despertarme temprano para la clase de las 10:00 AM. Tenía tiempo de sobra para leer, pero pasé 12 horas frente al monitor evitando leer. Hubiera querido pasar esas 12 horas haciendo cosas que me gustan. Este día es muy representativo del resto de mi vida.
En el kinder siempre me llevaba las manualidades a casa porque no las terminaba. Cuando tenía 7 años la maestra de primero me varias veces por semana con la coordinadora para que trabajara. Ella me vigilaba mientras hacía sus propias cosas en su cubículo. En la secundaria siempre terminaba haciendo las 8 o 10 láminas de dibujo del bimestre en una madrugada. En la preparatoria y en la licenciatura no fue muy distinto.
Cuando daba clases me dormía muy tarde o no dormía simplemente pensando en que tenía que sacar promedios. Al final los promedios los sacaba ahí mismo en la escuela, afuera de la oficina de la coordinadora.
He hecho muchas cosas satisfactorias y provechosas en estos años. Pero creo que son el 10% de las que hubiera podido hacer si no me portara tan cretino conmigo mismo. Y también creo que he sufrido demasiadas frustarciones y privaciones de sueño innecesarias.
Así que hoy por haberme hartado una vez más de la vida que llevo, y para evitar terminar de leer un texto de un computólogo que habla acerca del razonamiento autoepistémico, decidí escribir este post.
He abierto como unos 20-25 blogs en mi vida. Me he dedicado en serio a unos 2 o 3, más otros 4 donde subo comics. Espero que este blog sea de esos en los que sí escribo. Si no, disfruten la ironía.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Esa madrugada...

Esa madrugada un hombre se despierta en medio de la noche, sudoroso, con dolor punzante y comezón en el oído izquierdo. Camina hasta el baño entrecerrando los ojos para no deslumbrarse con la luz de su mesa de noche. Se mira al espejo ladeándose para observar el interior de su oreja. Hurga con el dedo pero no logra llegar a la fuente de la molestia. Siente que tiene algo atorado. Por fin utiliza unas pinzas que le regaló su padre para arrancarse vello nasal y que jamás había utilizado. Rasca primero con las pinzas y cuando encuentra algo que identifica como una basurilla lo jala, venciendo una pequeña resistencia hasta arrancarlo. Se trata de un objeto negro que parece la tapa de una pluma negra después de haber sido mascada durante mucho tiempo, con algunos filamentos salientes que le parecen patas. Le da la impresión de que está vivo y se retuerce ligeramente pero no está seguro. Después de observarlo durante muchos minutos y de levantarlo varias veces para examinarlo regresa a la cama.

Al día siguiente pide el día libre en el trabajo y hace una cita con un médico especialista. Le comenta que tiene molestias en el oído, que prácticamente no escucha, y le muestra el objeto que se extrajo la noche anterior. El doctor dice muy serio:
- Usted se extrajo el tímpano.
- ¿Qué? Pero esto es un parásito.
- El tímpano es un parásito. O mejor dicho un simbionte.
El hombre lo mira incrédulo.
- ¿De verdad no sabe de lo que le estoy hablando? Mis hijos estudian el tímpano en la primaria.
- Jamás lo había escuchado.
- Algunos tímpanos son muy truculentos. Tienen maneras de que el huésped no escuche ciertas cosas que puedan causarle ansiedad.

El médico abre un cajón y saca un otoscopio que le coloca en ambas orejas, le comenta que el otro tímpano está en buenas condiciones. Luego le la boca y le pide que mire la luz de una lamparita de un extremo a otro de la habitación.

-El oído interno ya cicatrizó. No hay necesidad de ningún tratamiento, ni tampoco hay manera de recuperar la audición.

Tras darle una palmadita y despedirse con un apretón de manos, el médico regresa a su escritorio y comienza a escribir en una libreta. Mira a través de sus anteojos y se topa con el impávido paciente.

- ¿Por qué sigue aquí?
- Es que me vienen a la mente muchas dudas...
- ¿Dudas? -el médico descuelga un teléfono - Piso 5. ¡Una emergencia para la unidad de parásitos cerebrales!