jueves, 5 de noviembre de 2009

Esa madrugada...

Esa madrugada un hombre se despierta en medio de la noche, sudoroso, con dolor punzante y comezón en el oído izquierdo. Camina hasta el baño entrecerrando los ojos para no deslumbrarse con la luz de su mesa de noche. Se mira al espejo ladeándose para observar el interior de su oreja. Hurga con el dedo pero no logra llegar a la fuente de la molestia. Siente que tiene algo atorado. Por fin utiliza unas pinzas que le regaló su padre para arrancarse vello nasal y que jamás había utilizado. Rasca primero con las pinzas y cuando encuentra algo que identifica como una basurilla lo jala, venciendo una pequeña resistencia hasta arrancarlo. Se trata de un objeto negro que parece la tapa de una pluma negra después de haber sido mascada durante mucho tiempo, con algunos filamentos salientes que le parecen patas. Le da la impresión de que está vivo y se retuerce ligeramente pero no está seguro. Después de observarlo durante muchos minutos y de levantarlo varias veces para examinarlo regresa a la cama.

Al día siguiente pide el día libre en el trabajo y hace una cita con un médico especialista. Le comenta que tiene molestias en el oído, que prácticamente no escucha, y le muestra el objeto que se extrajo la noche anterior. El doctor dice muy serio:
- Usted se extrajo el tímpano.
- ¿Qué? Pero esto es un parásito.
- El tímpano es un parásito. O mejor dicho un simbionte.
El hombre lo mira incrédulo.
- ¿De verdad no sabe de lo que le estoy hablando? Mis hijos estudian el tímpano en la primaria.
- Jamás lo había escuchado.
- Algunos tímpanos son muy truculentos. Tienen maneras de que el huésped no escuche ciertas cosas que puedan causarle ansiedad.

El médico abre un cajón y saca un otoscopio que le coloca en ambas orejas, le comenta que el otro tímpano está en buenas condiciones. Luego le la boca y le pide que mire la luz de una lamparita de un extremo a otro de la habitación.

-El oído interno ya cicatrizó. No hay necesidad de ningún tratamiento, ni tampoco hay manera de recuperar la audición.

Tras darle una palmadita y despedirse con un apretón de manos, el médico regresa a su escritorio y comienza a escribir en una libreta. Mira a través de sus anteojos y se topa con el impávido paciente.

- ¿Por qué sigue aquí?
- Es que me vienen a la mente muchas dudas...
- ¿Dudas? -el médico descuelga un teléfono - Piso 5. ¡Una emergencia para la unidad de parásitos cerebrales!

6 comentarios:

Guillermo Ortiz dijo...

ja, está corotorrísimo. de verdad creía que se había sacado una garrapata.

Fire_tony dijo...

Yo por eso no me saco el tímpano nunca, excepto cuando sí.

Unknown dijo...

A mí me dio risa la descripción que dio el doctor de los tímpanos.

Saludos.

Guillermo Núñez dijo...

jajajajjajajjaja

Anónimo dijo...

Sí bueno, estamos a veces tan tarados que después de picarnos un rato el oido tenemos la paranoía de arrancarnos alguna de esas cositas internas que nunca hemos visto.

Anónimo dijo...

No deja de ser kafkiano. El miedo eterno a que nosotros o dentro de nosotros existan bichos repugnantes como en la "metamorfosis".

También hay cierta referencia al "proceso": Una realidad terrible vista con la indiferencia del prestador de servicios.

A ver qué más has escrito....